Este libro no es de arquitectura, es un libro sobre un territorio. Un territorio en Chile, en la Región Metropolitana, marcado por la cordillera, un río y un valle.
“La geografía le da forma a la historia”. Miguel Laborde hace esta profunda reflexión casi al llegar al último capítulo del libro, que separó en 3 partes: “La Cordillera Nevada”, “La precordillera” y “el Valle de los caballos” (más uno con testimonios de los vecinos), tras haber revisado la configuración historia de esta zona del nororiente de Santiago. No es loco decir que Lo Barnechea se está cayendo de Santiago, está apenas cocido a la ciudad por 6 puentes sobre el río Mapocho, pareciendo querer buscar refugio sobre la montaña.
El valor de la definiciones del autor no son azarosas, responden a una combinación sensible entre historia y territorio, a las que concluye tras un profundo análisis de testimonios y fuentes históricas que van explicando cómo “la geografía da forma a la historia”.
“La Cordillera Nevada”, es un territorio consagrado al cielo, a lo divino, en la antigüedad precolombina, “El Camino del Inca”, el niño del Plomo y varios pucaras. Estos van constituyendo una relación inicial con la ciudad, con un templo natural y casi vertical, inexpugnable. La historiografía actual dice que alcanza su culminación con los casi 75 años de dominio incaico del valle. Luego se consagró a la aventura, a la ganadería y a la pequeña minería, donde pirquineros y arrieros se internaban en la montaña para cosechar sus difíciles frutos.
Todo cambió cuando Nazario Holguín se aventuró a buscar un pique fantástico, que ahora es conocido como la mina Los Bronces, desarrollando la parte final de Av. Las Condes y culminando Santiago en la plaza San Enrique. Finalmente, la última ola, fuerte en un inicio, pero más tranquila y permanente, fluyó con deportistas que fundaron Farellones, el único pueblo de montaña en Santiago, y los centros de montaña, con una vocación más turística.
“La precordillera” es quizás la definición de habitar en Lo Barnechea. Desde los Huaicoches, “los hombres de las quebradas”, pasando por los primeros inquilinos del pueblo de Lo Barnechea, hasta los que se establecieron en las quebradas del Arrayán y en Camino a Farellones. Los hombres de las quebradas se vierten hacia su verde y su sombra, trazando calles en su cercanía, nombradas con los apellidos de sus familias, dividiendo fundos y creando fiestas, como San Juan o el Cuasimodo.
Finalmente, “El valle de los caballos”, cuya historia se remonta hasta la conquista. Esto debido a que fue designada, por Pedro de Valdivia, como “La Dehesa”,que era la tierra que se designaba bajo la costumbre española para que los ciudadanos comunes pudieran dejar a sus animales, de la ciudad de Santiago. Fortificada entre el río Mapocho, el cordón montañoso de los Maitenes y la Cordillera de los Andes, protegían el importante recurso de los caballos. Con el tiempo y la llegada de la república, se fue cediendo para distintos usos, como la obtención de nieve para las neverías, hasta que se vendió y dividió. Ya para el siglo XX empezó su urbanización con el diseño de sus vías principales, por Óscar Prager, el mismo del Parque Balmaceda, que le dio forma de árbol con Av. La Dehesa como tronco y las calles El Tranque y Comandante Malbec como brazos, estructura que aún funciona de cierta forma. Todo esto culmina y define la nueva forma urbana con su separación de Las Condes en 1981 y su instauración definitiva 1989 con municipalidad independiente, lo que aceleró rápido su urbanización.
Claramente este breve artículo no ahonda en los temas del Cerro 18, las poblaciones de Las Lomas y Las Ermitas, la construcción del proyecto habitacional Juan Pablo II, ni la toma de la quebrada de la Zorra entre Los Cerro 18 norte y sur, que surgió tras el estallido social. Para eso, necesitaríamos un artículo completamente nuevo.
Ahora Lo Barnechea, tiene la oportunidad de construir su futuro ya que se encuentra en proceso de actualización de su Plan Regulador con miras al 2030. Los desafíos son varios, como el de proteger los varios humedales urbanos que tiene, la consolidación de sus áreas verdes, la conectividad (como la posibilidad de la llegada de la línea 7) y, sobre todo, el problema de falta de vivienda social para sus allegados y poblaciones.
Para concluir, este pequeño libro es un gran esfuerzo para definir y conocer un territorio, con sus características, historias y virtudes, narrado de una manera excelente, que da una pauta para explicar cómo “la geografía le da forma a nuestra historia”.
